El fin de la semana pasado viajé a Thessaloniki para asistir a la boda
de Juan.
Juan es un amigo mío de mis años universitarios. Le encontré el primer
día que llegué en Inglaterra para estudiar derecho. Éramos muy buenos amigos y
hasta hoy le considero como una de las experiencias más agradables de aquellos
años. Aunque en los últimos diez años le he visto sólo una vez, creo que
tenemos tanta conexión mental, que me parece que la última vez que nos encontramos
fue ayer. Por eso, cuando recibí la invitación para su boda el verano pasado,
me sentí muy feliz. Me compré un billete inmediatamente y me fui a
Thessaloniki.
La boda tuvo lugar en el jardín del ayuntamiento, un jardín con
plantas botánicas y flores de varios tipos y colores. Fue una boda civil, muy
simple, con sólo cien invitados, unos relativos y los mejores amigos. La
pareja no llevaba ropa formal. En general, el ambiente era muy relajado y
acogedor. Después de la ceremonia, tuvo lugar una pequeña recepción con
cócteles y canapés, en la que podías mirar a la gente y cotillear sobre las
chicas invitadas, que llevaban vestidos cortos con escotes atrevidos. ¡Un regalo
para mis ojos insaciables!
La mejor parte del viaje era la oportunidad que tenía de reunirme con
mis amigos de la universidad. Aunque todos somos amigos en Facebook y podemos saber
cómo está cada uno en cualquier momento, fue la primera vez desde 2001 que nos
encontramos todos juntos en el mismo lugar. Nos alojamos en el mismo hotel en
el centro de la ciudad. Desayunábamos cada mañana en la misma mesa y todo nos
hizo sentir, como si fuéramos estudiantes alojados
en la residencia. Era un sentimiento muy extraño y al mismo
tiempo muy familiar. ¡Qué felicidad!
¡Estoy tan agradecido por las amistades que he hecho en mi vida!
Volví a Chipre el domingo pasado y espero con ilusión la próxima vez
que nos reunamos.
¿Quién sabe el cuanto? ¡Quizás la próxima sea el día de mi boda!
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