¿Te he dicho que hemos empleado una
directora nueva en nuestro grupo de aficionados del teatro no? Bueno, si no te
lo digo ahora. Como no podíamos trabajar más con la ex directora, que llegaba a
las pruebas siempre muy tarde, o no llegaba casi nada, decidimos que la mejor
opción era emplear otra persona para hacer el trabajo.
El marzo pasado un miembro de nuestro grupo
nos presentó a Violeta. Violeta sería nuestra nueva directora. A pesar del
entusiasmo principal, Violeta se convirtió en una pesadilla real. Desde el
momento que empezamos las pruebas se comportó cómo un dictador y la mayoría de
los miembros teníamos y tenemos hasta hoy muchos problemas con su
comportamiento.
Personalmente, estoy harto con ella. Admito
que la odio. Durante las pruebas me hace comentarios irónicos sobre la manera
en la que actúo. “Hablas con acento, y tu pronunciación es rara” dice. “No te
muevas tanto tus manos, me molesta y parece mal a los espectadores” añade.
Además, cada vez que tengo que sugerir algo, lo rechaza con una cara tan
aborrecible como si le insulte la madre.
Lo peor es que no se comporta así con todos
los compañeros del grupo. Es obvio que está más rigurosa con miembros que les
caen fatal, y más amable y amistosa con miembros con los que tiene buena
sintonía.
No aguanto más ésta situación. He llegado
al punto que no quiero participar en este grupo. Creo que mi tiempo libre vale
mucho más y no vale la pena asistir a las pruebas si me enfada tanto esa perra,
y después tener que tomar pilas para relajarme. He decidido que voy a guardar
la distancia hasta el estreno, y el año que viene renunciaré.
No puedo trabajar ni cooperar con gente que
odio.
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