Me siento raro
cada vez que me preguntan quien es mi mejor amigo. Y siento así porque
desgraciadamente, no tengo una respuesta concreta en esa cuestión. La verdad es
que a la edad de treinta y tres años me he dado cuenta de que ningún amigo mío
podría ser mi mejor amigo. Sin duda esta conclusión es un fracaso, un resulto
para que no estoy orgulloso, pero te lo digo sinceramente. Tengo cinco amigos desde
mi infancia, con los que he vivido muchas experiencias, desde fiestas
infernales y vacaciones al extranjero, hasta nuestro servicio militar y nuestros
estudios en la universidad.
Sin embargo,
hemos convertido en personalidades diferentes durante los últimos años.
Nuestras carreras y horarios, no nos permiten tener una relación íntima, ni
sana. Nuestras novias no tienen los mismos gustos y es difícil salir de copas
todos juntos. Además, la vida cotidiana nos aleja cada día más. Por estas
razones, es obvio que mantenerse amistades reales hoy en día es algo casi
imposible.
Creo que al
final mi mejor amigo es mi mismo. Mi mismo es la persona con la que he
compartido los momentos más felices en la vida y los problemas más difíciles.
Mi mismo me da fuerza para mejorarme, para explorar mis límites y superarlos,
proponerme y lograr cosas. Igualmente, mi mismo es mi peor enemigo. Es él que
me hace holgazanear, él que dice verdades para mí, que me caen fatal y él que
me deja hacer errores. Es la persona con la que he nacido, y probablemente es
la personal con la que voy a morir algún día. Es tanta la hora que paso con mi
mismo que le pertenece el título de mi mejor amigo por derecho.
No me gustaría
oírse insociable, por el contrario creo que soy a favor de las relaciones
humanas, pero fuera muy falso si no reconocía la importancia que tiene mi mismo
en mi vida.